En el último programa de la temporada traemos:

Dieta sana de verano.

Consejos de tráfico para el verano.

Síndrome de la rana hervida.

Exposición de Gila.

 

 

Durante el verano hace más calor, el sol tiene más potencia y, en el caso de que tengas la suerte de estar a pie de playa, la humedad también es mayor. Todos estos cambios hacen que tu organismo transpire más para regular la temperatura, lo que conlleva una pérdida de agua y sales minerales, y causa un ritmo basal más lento, por lo que hay un gasto menor de energía.

Para suplir toda la pérdida de agua y sales minerales es importante hidratarse bien, reponiendo líquidos de forma constante, e ingerir alimentos ricos en vitaminas, aminoácidos y minerales, que ayudarán a que tu cuerpo tenga toda la fuerza necesaria para soportar la época estival. Una mala hidratación puede conllevar serios problemas de salud, desde un golpe de calor hasta la formación de cálculos renales.

Ya sea para comer fuera de casa, bajo el fresquito de un ventilador o al sol playero las opciones para comer bien y cenar ligero y no acabar el verano con unos kilillos de más por culpa de los malos hábitos son numerosas. Sólo debes concienciarte de que es posible alimentarte de otra manera, adaptándote al ritmo y condiciones climáticas de las vacaciones sin renunciar a la salud y el paladar.

El verano muchas veces se traduce en largos viajes en coche, o incluso en breves pero abundantes. Lo que no se puede negar es que verano y coche van de la mano, ya sea por razones de ocio o razones de trabajo. Te traemos los siguientes consejos para optimizar tu conducción en verano.

10 consejos para conducir en verano

  1. Revisa la documentación necesaria:asegúrate de llevar tu carnet de conducir, el permiso de circulación del vehículo, ficha técnica, seguro, ITV.
  2. Realiza una revisión del vehículo al inicio del verano.
  3. Planifica tu ruta de viaje:revisa el itinerario, las condiciones meteorológicas e infórmate del estado del tráfico por los diversos canales recomendados por la DGT.
  4. Evita las horas de mayor riesgo:aunque a veces sea inevitable, intenta no coger el coche al menos de 2 a 4 de la tarde, cuando las temperaturas alcanzan su mayor cifra. Además, recomendamos no viajar de noche, ya que las posibilidades de sufrir un accidente se incrementan de 2 a 5 de la mañana.
  5. Cuidado con la temperatura:demasiado calor en la cabina puede acarrear los mismos síntomas que sobrepasar la tasa de alcohol. Por otro lado, abusar del aire acondicionado puede conllevar un gasto importante de combustible. Lo ideal es que conduzcas con una temperatura entre 21 y 23 grados.
  6. Descansa cada dos horas:en los viajes largos, realiza paradas cada dos horas para evitar el cansancio y la somnolencia. Baja del coche, estira las piernas, descansa, come algo e, importante, hidrátate. No te fijes horas de llegada y toma el tiempo que necesites, lo importante es llegar.
  7. Evita la sobrecarga del vehículo:cuidado con el equipaje y su distribución. Demasiado peso puede perjudicar a la estabilidad, el frenado y el consumo.
  8. Lleva ropa cómoda:siempre es importante encontrarse cómodo en el vehículo, pero en verano también es recomendable utilizar ropa ligera para evitar el calor. Además, no uses chanclas para conducir, pueden deslizarse y suponer un peligro para tu vehículo y el resto.
  9. Evita comidas copiosas antes de conducir: comer abundantemente antes de coger un vehículo puede provocar somnolencia y fatiga.
  10. Seguridad vial:como siempre, conduce responsablemente, utiliza los sistemas de seguridad y encárgate de que todos los pasajeros lo hagan, respeta los límites de velocidad, no consumas alcohol ni drogas y cuidado con los desplazamientos cortos, no les restes importancia.

Siguiendo estos consejos te asegurarás de tener un buen verano y aprovechar al máximo esta ociosa estación.

 

Si se pone una rana en un cazo de agua hirviendo, la rana salta para escapar. Pero si el cazo está al fuego y lleno de agua fría, la rana poco a poco ajusta su temperatura corporal a la del agua, manteniéndose en una cierta comodidad que le impide darse cuenta de que el agua está calentándose y de que si no salta, acabará muerta.

Cuando el agua está a punto de hervir, la rana no puede aumentar más su temperatura e intenta salir, pero como ha gastado todas sus energías adaptándose al agua, ya no le quedan fuerzas suficientes.

Esta fábula de Olivier Clerc convertida por desgracia en un experimento real que demostró que si el agua se calienta a 1,2 grados cada hora la rana permanece dentro del agua y muere, pone de manifiesto los peligros de la sobreadaptación, el conformismo y la falta de contacto interno.

Actuamos bajo el síndrome de la rana hervida cuando nos adaptamos consciente o inconscientemente a situaciones, personas o relaciones que nos resultan perjudiciales y que desfavorecen de alguna manera nuestro bienestar mental, emocional o físico.

El arte de adaptarse a lo dañino

Todos conocemos a alguna persona que nunca se queja, que se adapta a lo que sea, que no discute y que “traga” con casi todo.

También a alguien que mantiene alguna relación desigual, infeliz o abusiva durante largo tiempo. A este tipo de personas se las suele llamar “santas” o “buenazas”, aunque muchas veces lo más acertado sería llamarlas “ranas hervidas”.

Estas conductas hiper-adaptativas, mansas y sumisas que suelen ser vistas como virtuosas (sobre todo si es en referencia a una mujer) suelen ser el resultado de una baja autoestima y de un abandono propio.

Es frecuente confundir o disfrazar el síndrome de la rana hervida con otras actitudes realmente sanas como pueden ser la aceptación, la empatía, el amor o la paz interior.

Como profesionales vemos muchas personas que, confundiendo el amor hacia otra persona con el olvido de si mismos o bajo la creencia de estar manteniendo una actitud de madurez, no están siendo capaces de enfrentarse a la realidad de una situación que les da miedo o les resulta dolorosa.

Este tipo de conducta también aparece en ámbitos como el laboral y en vínculos familiares o sociales poniéndose de manifiesto en relaciones dependientes, manipulativas, interesadas o abusivas.

En el terreno de la pareja, por ejemplo, serían aquellas personas que permanecen en relaciones en las que se ha desarrollado algún tipo de dependencia, desigualdad o abuso emocional, psicológico, físico o económico.

Pero ¿qué nos lleva a no saltar a tiempo del cazo? Algunas de las causas por las que no reaccionamos ante lo que nos perjudica pueden ser:

  • Minimizar, no dar la importancia necesaria al malestar o excusarse en que los enfrentamientos “no valen la pena” o “no sirven para nada”.
  • No darnos cuenta o no querer ver cómo es la realidad por las expectativasque hemos creado sobre algo/alguien.
  • La esperanza deque la situación cambiará con el tiempo (o la persona / actitud, etc…).
  • La resignación del “más vale malo conocido…”con la que pensamos que no nos llegará nada mejor.
  • La falta de contacto interno y de autoconocimiento que nos impide saber qué nos perjudica, qué queremos o cuáles son nuestras necesidades reales.
  • La creenciade que no tenemos suficientes recursos o más opción que la de permanecer en esa situación.
  • Cuando las cosas se transforman de manera muy paulatinay es complicado detectar el momento en el que empiezan a cambiar.

 

Meterse en la olla

La manera más fácil de eludir nuestra responsabilidad en el asunto es culpar al agua, o a quien enciende el fuego, o al propietario del cazo.

Así, nos situamos como víctimas sufrientes de lo que “nos ha tocado” vivir o de lo que “nos hacen” los que calificamos como personas tóxicas (el papel de víctima suele ser bastante agradecido y facilita enormemente la evitación de las responsabilidades).

Sin darnos cuenta, muchas veces nos metemos en la olla y ponemos nosotros mismos el agua a calentar: la anestesia interna en forma de falsa paz y tranquilidad, el “hacer la vista gorda”, permanecer en lo que nos daña y el abandono de lo que realmente necesitamos o sentimos, es lo que nos va hirviendo poco a poco dentro de nuestra propia agua.

Acabamos por desconectarnos y hacer invisibles nuestras necesidades, deseos y emociones reales.

Creemos que el síndrome de la rana hervida, que se presenta en adaptación a elementos externos, también se puede aplicar a elementos internos tales como actitudes, creencias y conductas que tenemos hacia nosotros mismos.

Algunas veces por ser inconscientes, otras por no saber cómo cambiarlas, otras por comodidad o por los beneficios más o menos ocultos que nos suponen… seguimos a pesar de todo repitiendo una y otra vez aquellas actitudes que nos resultan dañinas.

¿Y qué emociones son las que nos hacen permanecer dentro de la olla? El miedo, la inseguridad, la incertidumbre, la baja autoestima, la resignación y la comodidad de lo conocido.

Si bien es cierto que hay situaciones externas que no podemos cambiar, muchas veces la excusa “las cosas son así” es una salida fácil para escabullirnos de nuestras responsabilidades, por lo que se hace necesario aprender a distinguir las ollas de las que podemos saltar de las que no.

Aunque no sea posible cambiar las circunstancias porque a veces no dependen de nosotros, siempre podemos comprometernos en la parte que sí debemos asumir: en la elección de cómo enfrentarnos a ellas, tomar conciencia de cómo nos influyen y adoptar las medidas necesarias para vivirlas de la forma más sana y consciente posible.

¿Qué hacer?

Permanecer en algo que nos daña es indicador de que estamos autoengañándonos, escondiendo emociones, o solamente (en el mejor de los casos) que hemos aprendido a gestionar el malestar que nos produce.

Si permitimos que algo nos dañe, en realidad nos estamos dañando a nosotros mismos. Si no ponemos límites a aquello que nos perjudica, nos estamos abandonando…

¿Qué actitudes pueden evitarlo?

  • Permanecer en un estado deatención interna, que permita detectar a tiempo que “el agua se está calentando”.
  • Aprender a distinguircuándo es necesario adaptarse y cuándo no, cuándo resulta sano y cuándo solamente es fruto de la inconsciencia, el miedo o la comodidad.
  • No crear expectativasy asumir que no se puede cambiar a nadie.
  • Aceptar la realidadtal y como es, en el presente, y tomar conciencia de cómo nos afecta.
  • No aguantar situaciones con la esperanza de que cambien o por “quedar bien”.
  • Marcarse límitesen lo personal, laboral, etc… y mantenerse fiel a ellos.
  • Atreverse a saltar del cazo y ocuparse de aquello que resulta perjudicial, ya sea una persona, una situación o uno mismo. Si tenemos dificultades o no sabemos cómo hacerlo, buscar ayuda terapéutica

Es obvio que necesitamos relacionarnos con otras personas y por lo tanto resulta necesario hacer algunas adaptaciones. Ser flexibles, empáticos, aceptar circunstancias que no son las que desearíamos y tener en cuenta a los demás son actitudes sanas y deseables, pero siempre teniendo en cuenta unos límites.

Tan perjudicial es ser intransigente e inflexible como ser excesivamente sumiso y adaptativo. Ninguna actitud llevada al extremo resulta beneficiosa.

Cierta incomodidad, miedo o incertidumbre son emociones normales que aparecen cuando realizamos cambios en nuestra vida o nos enfrentamos a lo que nos perjudica.

Aprender a sostenerlas y darnos el derecho a estar bien, nos ayudará a recordar que salir de la olla es un acto de respeto, valoración y amor hacia nosotros mismos.

 

El próximo domingo 28 de julio finaliza la exposición Miguel Gila, el miliciano del humor en la Fábrica del Humor.

Producida por el Instituto Quevedo de las Artes del Humor con motivo del centenario del nacimiento de Gila, la muestra cuenta con la colaboración de la Asociación Frente Viñetista y miguelgila.com.

La exposición está dividida en dos bloques: el primero de ellos, en el que numerosos autores como Turcios, Idígoras y Pachi, Siro, Fer o Gallego& Rey, homenajean la figura de Miguel Gila; el segundo, compuesto por obras del propio Gila.

MIGUEL GILA

Madrid, 12 de marzo de 1919 – Barcelona el 13 de julio de 2001.

El Maestro del Humor, Miguel Gila, fue una persona comprometida desde sus 17 años a los que se alistó voluntariamente como miliciano para defender la democracia en la II República. Sufrió un fusilamiento fallido en la Guerra Civil Española, porque como él diría “nos fusilaron mal”, pasó por el campo de prisioneros de Valsequillo y las cárceles de Yeserías, Santa Rita (Carabanchel) y Torrijos, en la que coincidió con Miguel Hernández.

Su vida artística como humorista gráfico la comenzó en Zamora, cuando al terminar la guerra le obligaron, por haber sido soldado republicano, a cumplir cuatro años de servicio militar. Llegó a publicar en múltiples revistas de las que cabe destacar La Codorniz. Dio el paso a cómico en su regreso a Madrid en 1951, llegándose a convertir en pionero del monólogo y alcanzando tanto éxito que durante el programa radiofónico “La Hora de Gila”, se paraba el país. Fue tal el éxito que hasta las autoridades gubernativas de la época dieron la orden de que se adelantará media hora su emisión para no perjudicar la proyección en los cines del No-Do, que era de exhibición obligatoria. Gila, como no, también sufrió la censura de la época y llegó a ser sancionado con suspensión de tres semanas, treinta mil pesetas de la época y retirada de pasaporte, por hacer alusión con uno de sus chistes a que en España en aquella época existían presos políticos.

Por un “empacho de dictadura” decidió irse a vivir a Argentina durante más de 20 años, época en la que también obtuvo grandes éxitos por toda Sudamérica y en la que empujado por su gran afán de perfeccionamiento, tomó lecciones de teatro, cine y canto, con las que ganó en rotundidad interpretativa en sus monólogos.

Regresó a España a mediados de los años ochenta tras volver la democracia por la que él había luchado. Vino acompañado de su querido teléfono con el que nos mostró de nuevo la estupidez y sinrazón de la guerra que ya había plasmado en multitud de sus viñetas. El éxito continuó y recibió numerosos premios entre ellos el Gat Perich en 1999, premio que le emocionó al ser un galardón otorgado en nombre de su gran amigo El Perich.

Los primeros dibujos de Gila se publicaron a partir de 1944 en revistas como Maravillas de Flechas y Pelayos, CucúHolaImperio. También publicó en la revista universitaria salmantina llamada, en honor a la obra de Hesíodo, Trabajos y Días. En 1946 ya le encontramos dibujando en La Codorniz. En los años cincuenta publica en Don José, Can Can o Selecciones de Humor del DDT y a finales de la década crea en México con Rius la publicación La Gallina, algo que duraría poco tiempo debido a los numerosos viajes de Gila motivados por las giras de sus espectáculosEn los setenta comienza a publicar en Hermano Lobo, llegando a decir: “Hermano Lobo fue para mí una resurrección, iba a hacer lo que más me gusta, el humor gráfico”. Estuvo dibujando hasta los últimos días para El Periódico en una divertida sección llamada “Encuentros en la tercera edad”.

En una entrevista para la revista Perfiles de la ONCE, en 1999, Gila habla sobre la importancia que para él tiene el humor: “Siempre he creído que el humor es la mejor terapia para la mente. Pienso que es un buen instrumento, no ya para solucionar los problemas sociales actuales, pero sí para ponerlos de manifiesto, para que la gente tome conciencia de que existen.”

El humor gráfico de Gila se puede calificar como humor negro, si bien como dice el humorista gráfico Kap, en un artículo sobre Gila, para el Frente Viñetista: “Lo último que pretende Gila con sus viñetas es herir, sino sanar. Sanar mediante la ironía, el sarcasmo y el humor a una sociedad herida por la guerra y sometida por el franquismo. Sanar una sociedad triste, gris y atenazada por el odio, el miedo y la censura.”

El genial Chumy Chúmez lo calificó como: “El mejor humorista de chistes gráficos de la posguerra”. El gran Coll dijo de él que era “La carcajada del siglo XX”. A Quino en una entrevista le preguntaron ¿Qué le hace reír?, contestó: “Un dibujante y humorista español, Gila. Él me hace reír a carcajadas. Creo que es el único que me hace reír así, a carcajadas.” Y el magnífico Forges dijo: “Gila es uno de los tres Reyes Magos del humor junto a Cervantes y Quevedo.”

Gila, Maestro del Humor, del que aun hoy en día perduran como chascarrillos sus frases: “¿Es el enemigo?” o “¡Qué se ponga!”, fue un hombre muy versátil que comenzó como humorista gráfico, fue pionero del monólogo, actor de películas, escritor de varios libros, guiones de teatro, artículos, relatos cortos y poemas. Pero Gila de todas sus facetas manifestó su preferencia por una de ellas: El dibujo humorístico.

Fallecido en 2001, Gila estuvo dibujando hasta los últimos días para El Periódico en una divertida sección llamada “Encuentros en la tercera edad”.